jueves, 5 de marzo de 2020

El amor de tu vida


Germán y Carlos eran viejos amigos de la infancia, casi todos los meses se encontraban en el bar para tomar un café y charlar de las cosas que a nadie más podían confesar. Los dos habían tomado rumbos diferentes y hasta pensaban distinto en muchos aspectos, pero su amistad perpetua los unía con lazos de hermandad y generaba una confianza que con otras personas no lograban tener.

Durante estos encuentros era inevitable que, en algún momento, Germán empezara a hablar de lo mismo: el sentido de la vida, la importancia del AMOR y la frustración de no encontrarlo por ninguna parte. En decenas de conversaciones había dicho -y habría de decir- más o menos lo mismo: “Mirá Carlos, vos sabés que con Claudia nos llevamos bien, estamos juntos hace una pila de años y nos respetamos, tenemos hijos hermosos, la casa, la vida solucionada … pero a medida que pasa el tiempo me siento peor, cada vez me desespera más la idea de no encontrar mi amor verdadero, el predestinado (no seas guacho y no te rías Carlos, sabés que lo digo en serio). Siento un agujero que se hace más ancho con la edad. Hay gente que le tiene miedo a la muerte, pero mi verdadero miedo, lo que me da terror, es morirme sin haber encontrado el amor de mi vida. Y no pongas esa cara pelotudo!! ¿a quién querés que le cuente todo esto?, ¿a Claudia?, acaso vos no estás podrido de andar con cuanta mina se te cruza? no extrañas compartir la vida con alguien especial? …”.

La verdad es que a Carlos esas cosas no le interesaban, estaba muy bien disfrutando de su vida de soltero, sin compromisos ni amores trascendentes, pero quería a su amigo y siempre inventaba un argumento para consolarlo: alguna vez le había dicho que en realidad el amor no existe y que se deje de joder con tanta boludez, que estaba perdiendo el tiempo … otro día se le ocurrió recomendarle que vaya a un psicólogo pero Germán se ofendió y nunca más volvieron a hablar de “profesionales” … hasta había intentado animarlo diciéndole que tarde o temprano iba a encontrar a su media naranja, sin embargo, lejos de calmar a Germán, lo exasperó aún más con la idea de que “pero si encuentro a mi verdadero amor … ¿qué mierda hago con mi esposa!!!!?”, en fin, que no había nada que aportara una solución al tema, ni siquiera la amenaza de no llamarlo más si seguía jodiendo con lo mismo.

A veces Carlos divagaba un poco para sí, y pensaba que tal vez solo habría que esperar que un día el “verdadero amor” de Germán apareciera, y que Germán la supiera reconocer, y ella a él, y que no estuvieran demasiado viejos como para no animarse a empezar todo de cero, por ahí Claudia no fuera un problema, ni los hijos, ni nada, tal vez Germán cumpliera su deseo de no morir vacío y … y bueno, "que se las arregle con sus rollos, a mi esas cosas no me quitan el sueño..a ver cómo hago ahora para que este jodido cambie el tema y me cuente cómo estuvo el partido de Banfield el domingo, antes que lo pase a buscar Claudia…"


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